sábado, 7 de noviembre de 2009

Anexo capítulo Nano - Iberia

Apenas terminó de coger, Richi se dio cuenta, que todo lo que le había dicho Cecilia era una mentira. Habían tenido un sexo casi brutal, las manos de ella arañando la pared, mientras él sujetaba su cintura en un intento de inmovilizarla para poder recorrer su espalda con la lengua. Con cada lamida ella separaba más sus piernas, bajando con una de sus manos hasta agarrarle las pelotas con fuerza. Mientras ella le pedía más, él preguntaba más, provocándola a explicar, a cambio de ofrecerle su pija. ¿Querés esto?... decíme qué mierda pasa con Arriedo… ¿te gusta?... entonces aclaráme ¿por qué estás tan tranquila con la muerte de tu marido? Puta, estás recaliente... si querés que no termine, hablá. Y ella había hablado, con cada penetración una respuesta, pero él sabía que aquello que negó o afirmó, era solo por satisfacer su necesidad de hembra, que ni siquiera pensaba las palabras que emitía entremezcladas con sus quejidos. Él empujaba, con bronca, sintiéndose dueño de un poder que lograría quebrarla, pero Cecilia era experta, sabía que lo que ella ofrecía también era importante para él, un refugio húmedo donde descargarse de todas las veces que se había puesto duro con solo verla.
No hubo besos ni caricias, eran dos animales embistiéndose en busca de una primacía que les permitiera a uno saber y al otro ocultar. Con el último grito de Cecilia, quedaron los dos quietos, casi sin respiración, Richi se apartó en silencio, levantó su ropa que había quedado desparramada por el piso y fue al baño. Cuando volvió, ella seguía desnuda y se había recostado en el sofá. Como una diosa intocable, fumaba con la mirada perdida en un punto fijo. Al verlo entrar, recorrió lentamente sus pezones con los dedos, simulando estimularse para volver a comenzar.
- ¿Era esto lo que buscabas después de tantos años? - preguntó.
Richi la miró, le resultó una completa extraña a pesar de conservar sus rasgos casi intactos, algo escapaba de sus ojos que la hacía diferente y se alejaba del recuerdo angelical que él tenía de ella. A Richi le pareció ver cierta tristeza en su mirada cuando ella le sonrió. Se preguntó que habría sucedido en su vida en esos años para despojarla de ternura, para cubrir ese cuerpo de tanto cinismo y obscenidad.
- Fue un polvo excelente – mintió. Se sentía vacío y hasta un poco asqueado. Pensó en Regina, en su fragilidad y de pronto la urgencia de escapar se le hizo incontrolable.
- Tengo que irme – dijo.
Ella no contestó, y continuó recostada.
- Me voy – insistió.
- Cerrá la puerta cuando salgas – dijo sin mirarlo.
Era una tarde soleada y calurosa cuando Richi atravesó la puerta. Sin embargo un escalofrío le corrió por el cuerpo. Se sentía despreciable y por si eso fuera poco, tenía la fastidiosa impresión de que había sido usado y descartado. Cuando subía al auto pensó que solo quedaba entre ellos un vacío insondable.

1 comentario:

  1. Hay que sacar el anexo porque Nano ya lo incorporó al otro, besitos

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