miércoles, 30 de septiembre de 2009

Capitulo VII


Hacía años que Richi no dormía bien dos noches seguidas. De hecho, ese jueves el despertador fracasó y tuvo que saltear su desayuno en “La Ronda” para no llegar tarde a la oficina.
Al entrar nadie lo aplaudió sino todo lo contrario. Algo raro había en el ambiente ya que era centro de miradas y percibía el eco de murmullos. Algunas frases sueltas logró captar: la que le espera; cuando lo vea el jefe; no puedo creer que sea él. Bien le hubiera venido un amigo que le aporte información acerca de lo que le estaba esperando cuando lo viera el jefe ya que, sin dudarlo, él era él.
-Marino, a mi despacho- dijo Tarutti.
La oficina del jefe era curiosa. Un cazador de sueños pendulaba del centro del ventilador de techo, la estampita de San Expedito mirando, de una pared a la otra, donde colgaba una réplica de “La última cena”, fotos de Tierra Santa en diversos portarretratos y una botella con agua –bendita seguramente- en la repisa; el despacho era un santuario y el jefe su dios.
-No sé que es lo que está haciendo, pero sepa que ya no lo hará más, Marino. Tenemos órdenes de relevarlo de sus tareas para que pueda preparar su traslado. Lo envían a Piedra del Águila la próxima semana. No puedo decir que es una gran perdida para nosotros Marino, pero sepa que se lo extrañará en algún lado.

Richi no recordaba la última vez que había sido extrañado. En su historia brillaban ausentes las grandes anécdotas. Era curioso ya que fue buscando aventuras que se había enrolado en la fuerza. Un gran error, lo único que había encontrado eran tareas administrativas y una adaptación forzada a un mundo burocrático que, de inmediato, había consumido su inquietud de justicia.
Tenía dieciocho años cuando se postuló para pertenecer a la Federal. Recién salido del colegio secundario y sin grandes planes para el futuro, lo había seducido la posibilidad de asegurarse un ingreso y, de paso, tener aventuras para contar. Nada de eso había ocurrido, las aventuras eran dificultades con la fotocopiadora y el ingreso cada vez rendía menos.
En esa época había conocido a Anita. Se casaron al año siguiente y Richi sintió como la policía se convertía en su cárcel.
Este caso era una revancha, una posibilidad de contar algo interesante a sus poco probables futuros nietos. Estaba dispuesto a pelear por permanecer en Rosario. Para lograrlo tenía que resolver el misterio en pocos días.

Nino estaba satisfecho. Había cumplido las órdenes del Cavalliere a la perfección. Nadie había sospechado nada, salvo ese policía medio pelo que daba vueltas por el barrio.
No corrían grandes peligros, en absoluto. Pero era mejor atar los pocos cabos sueltos. Il Cavalliere era una clase de persona con la que no se juega ni se duda. Nino lo sabía muy bien.
El fin de semana era clave, si nadie se daba cuenta ganarían las elecciones y su amigo podría recuperar lo perdido. Años habían invertido en planificar cómo lo harían y ya no quedaba margen para el error o dar marcha atrás.
Todo esto será tuyo, amigo – murmuró por lo bajo mientras contemplaba el consultorio del doctor.

-Cecilia dice siempre lo que piensa – sentenció Arriedo. - Y casi nunca piensa como yo – agregó enojado.
-¿De dónde pudo haber sacado que Ud. y García Mónaco peleaban seguido? – preguntó Richi.
- Eso lo puede responder ella, yo no tengo nada más que decirle. Lamento la muerte de su marido, tal vez más que nadie. Le pido que se retire y me deje trabajar en paz. Por si no lo sabe estamos en campaña y su presencia me perjudica.
Richi había entrado a la fuerza en la sesión del concejo, ya no tenía tiempo para formalidades. A los gritos pidió por el concejal Arriedo y le había sorprendido la eficacia del método. Arriedo apareció de inmediato y lo llevó, de la mano, a su despacho. En el hall quedaron varios periodistas que no tuvieron tiempo de registrar el evento.
Poco pudo sacar de la conversación. El concejal no era un hombre de palabras, algunos lo tildaban de “no tener nada que decir”. Richi no pudo obtener información valiosa de su relación con García Mónaco. Lo único que supo era que el doctor aportaba en la campaña.

Esa tarde volvió al departamentucho intuyendo que una mano poderosa lo quería sacar del medio. Ya había sido visto en la zona del consultorio del doctor y, en los últimos días, había visitado a Cecilia lo suficiente como para despertar sospechas. La inquietud era en quien.
Pocas cartas le quedaban en el mazo y menos días para jugarlas. Era ahora o nunca. A todo o nada.
- Me trasladan a Neuquén la semana que viene- dice Richi mientras agrega hielo a su whisky. - No dudo que acá hay una mano moviendo el tablero. Se piensan que soy un peón más. No imaginan el caballo que acaban de despertar. Estaré en jaque, pero todavía seguimos jugando.

Le quedaban pocos días en Rosario y estaba comprometido a aprovecharlos. Ya no tenía que perder tiempo en la oficina, de modo que esa mañana se vistió para la ocasión y visitó a Cecilia.
-¿Arriedo y tu marido se veían seguido?
- Ex marido.- corrigió Cecilia de inmediato.
- Bueno, tu ex. Me dijiste que discutían mucho, ¿dónde se veían? ¿en casa o en el consultorio? ¿había más gente en las reuniones? ¿Cuánto aportaba Jorge para la campaña? Ya sé, muchas preguntas, te pido disculpas, no me quiero olvidar de nada y traje todo anotado.
- Mi marido…
-Ex marido.
- Jorge nunca se había metido en política. En los últimos meses se contactó con Arriedo. Estudiaron juntos en la facultad. Al principio lo hizo para conocer mejor una reglamentación que iba a sacar el concejo acerca de las clínicas de Oroño. Al final no pasó nada, pero siguieron en contacto. Se reunían dos veces por semana en casa. En los últimos encuentros discutían cada vez más, nunca supe el motivo. Jorge no me contaba y con Arriedo nunca crucé más de dos palabras.
-Si te acordás de algo avisame. No me quedan muchos días en Rosario, me trasladan. No quiero irme sin resolver el caso.

En el auto Richi se acordó de Anita, su ex. Decidió que lo mejor era llamarla para contarle de su próxima mudanza. Habían pasado muchos meses sin conversar y la idea le revolvió el estomago. Prendió un cigarrillo para calmarse y abrió el celular.
Dos veces atendió el contestador y Richi respiró aliviado. –Ahora que me llame ella – dijo en voz alta. Encendió el motor y mientras maniobraba vio a Cecilia saliendo a la calle.
Estaba con otra ropa, mucho más elegante y se había maquillado. Diez años menos parecía tener. Era otra persona. Paró un taxi y se subió.
“PUTA” indicó el celular. Era Anita llamando. Es la primera vez que me das bola tan rápido, pensó Richi y no atendió. Estaba concentrado en no perder de vista al taxi que iba rumbo a la Florida.

En el camino recordó la placa roja que había visto en TV: “Ahora dicen que el médico muerto en la ruta era flor de sádico”. Tal vez todo se reducía a eso. No había secretos o, a lo sumo, hubo uno y ya era público.
¿Era todo una fábula? Podía serlo, sin dudas. Tendría que conversarlo con Zulma, la psicóloga de la víctima que pudo salvarse.
Si todo era un invento, su invento, no podría irse de Rosario. Necesitaba ayuda profesional. Se tomaría una licencia larga, tal vez definitiva, y vería pasar los días desde su segundo piso de escalera. La perspectiva era interesante. Al menos más que la idea de retomar la rutina previa al caso.
Mientras manejaba se convencía que todo era producto de su imaginación. Un invento para dar sentido a su vida que fluía de una depresión a otra, sin sobresaltos o emociones.
Richi se había olvidado de Richi y parecía un individuo sin tiempo. Aquel de los dieciocho años no había tenido futuro. Éste no tenía presente y quería olvidar el pasado.
Pero todo era distinto ahora. Había avanzado en el caso solo. A contramano de la investigación oficial que había sido nula. Richi ya no era el mismo de antes, ya no habría vuelta posible.
Era Neuquén o la gloria. Pero jamás volver con el devoto de su jefe.

Llegando a Parque Alem se le quedó el auto y tuvo que correr. Tuvo suerte ya que vio, a lo lejos, como el taxi frenaba. Casi sin aliento Richi se apoyó en un árbol a espiar.
-Son todas iguales. Pedazo de puta – murmuró mientras Cecilia saludaba con un beso al concejal Arriedo.

martes, 22 de septiembre de 2009

Capitulo 6 - Iberia




García Mónaco muerto.
García Mónaco, con un político, pensaba Richi.
Y además, amante de sus más bellas pacientes, porque eso era lo que minutos antes de abrirse paso sobre los cristales rotos del parabrisa del Audi, él había comprobado.
¿Qué mezcla es esta? Pensó en voz alta.
La melodía de los Beatles, que aún sonaba en sus oídos, le ayudó a pensar sin sobresaltos.
Pasó la morguera y se detuvo a la par del Audi. Richi detuvo también su coche, se bajó y volvió hacia el escenario sangriento a pie, no quería perderse nada. Pero la policía y el Juez de Instrucción, no dejaron acercarse a nadie, fotografiaron todo, marcaron las huellas del lugar y se llevaron el cadáver a la morgue. Richi solo alcanzó a juntar algunas boletas más de Arriedo, y recordó la mirada cómplice de el Perro.
Volvió a su auto y regresó a su casa, no sin antes darse cuenta, que faltaba en el Audi la caja que contenía las boletas.
En el camino pasó por La Ronda, pero no se detuvo- “Creo que no tengo hambre, los muertos me producen eso”- se dijo. Esta noche solo quiero dormir, descansar mi mente para no darme por vencido.
Mientras manejaba recordó al Trava. Puta, sería mejor divertirme con éste, un rato, para aclarar mis ideas.
Pero no buscó a nadie. Hoy quería estar solo. Debía recomponer su estrategia, su búsqueda, en fin, ordenar el tablero. Las luces de los coches por Pellegrini, encandilaban sus ojos cansados, dobló rápido hacia Viamonte por Entre Ríos.
Cuando abrió la puerta de su departamento, recordó sus años juveniles. Siempre había querido ser independiente y ahora lo estaba logrando, el hecho de no compartir la búsqueda y aclaración de los tres crímenes –ahora cuatro -, con sus colegas, le daba márgen para obrar a su gusto y poner su olfato donde creía que estaba la presa. Pero esa noche era todo distinto, no solo la aclaración de los crímenes lo perturbaba. Su mente y su corazón le gritaban: ¡Cecilia ya está libre!. Yo fui su amigo, en la juventud y ella fue el amor no olvidado, ni tampoco aplacado. El amor de Beatriz en las entrañas del Dante –de las investigaciones



El encono, tanto tiempo guardado, hacia García Mónaco- que se la ganó- lo llevó a una pista que ahora descubría como cierta, aunque lo había llenado de confusión al principio, por su repentino deceso. Empezaban a aclararse sus ideas, la noche silenciosa, lo llenaba de calma. Buscó un cigarrillo y mientras lo fumaba se dijo: “fui su amigo y ahora, como tal, estaré junto a ella en su duelo.
Con el ánimo recobrado, olvidó el cadáver y pidió una pizza por teléfono, cenaría, y también, pese a todo dormiría en paz y con esperanzas en el corazón.

A las 5 de la mañana, sonó el teléfono. Era el Perro.
-Richi, despertá, el cadáver está siendo entregado a los familiares, terminó la autopsia, lo velarán en Salta al 2900, tercer piso, desde las 9 hs.
Luego te doy el informe legal.-
-Buen dato, amigo. Ordenaré mis actividades de hoy, luego te llamo-
Se desperezó lo mas que pudo. Tomo una ducha y luego se hizo un café. Envuelto en una bata fue a su mesa de trabajo, lleno de entusiasmo e inicio el día.
Comenzó por unir todo : datos, fotos, hechos, conversaciones, todo, todo.
¡Qué día ayer! Dijo. Pero hoy estoy nuevo, renovado, con más fuerzas para buscar y hallar la clave de esta historia. A ver, recordó: ayer media hora antes de encontrarse con García Mónaco muerto, había logrado entrar en su consultorio, sin ser visto, gracias a los datos de su observación y a las conversaciones con la doméstica.
Supo así que la ventana mayor del frente de la antigua y renovada casa quedaba con los vidrios abiertos y la persiana a medio cerrar, hasta las 9 de la noche, hora en que ella la cerraba considerando suficiente la ventilación y se retiraba.
Richi vió salir a García Mónaco a las 18,30 horas. Curiosamente no volvió a entrar y tampoco iba acompañado. Vió como desde adentro ventilaban el consultorio dejando las ventanas a medio cerrar.
Tomo impulso, audazmente abrió las persianas procurando no hacer ruído y entró a la Clínica.
Una vez adentro encendió una lámpara que estaba sobre el escritorio del médico y cerró con llave la puerta que daba al interior.
Sigilosamente pero con rapidez, observo todo, cada cosa le daba datos sobre la personalidad del médico, pero nada era relevante. Hasta que notó que un cajoncito, el último del escritorio, muy cerca del suelo, estaba cerrado con llave. Utilizó su habilidad y lo forzó. Sorprendido encontró gran cantidad de fotos pornográficas.
Distintas mujeres habían sido fotografiadas en pleno acto sexual, unas en la camilla del consultorio y otras en el sofá y lo mas curioso, la pareja de todas era la misma, el Dr. García Mónaco.
También en la PC encontró material porno del mismo tipo.
Lo fotografió todo y lo ensobró. Acomodó la PC y cerró el cajoncito como mejor pudo. Su corazón latía fuertemente, pero a su vez, su mente rebozaba de entusiasmo. Saltó al jardincito y salió a la calle.
Mientras manejaba pensaba que había cometido un delito. Pronto borró de su mente tal pensamiento. El material encontrado le abría un panorama inesperado y hasta insólito en la investigación, y era lo único importante.
A las pocas cuadras se encontró con García Mónaco muerto dentro de su Audi.



Se paseó nervioso en la habitación, sentía que había adivinado algo, pero no sabía que: Las mujeres…
Sus fotos pornos…
El Dr. García Mónaco con ellas…
Su muerte…
Él, toda una semana vigilando…
Arriedo…


No terminaba de unir las cosas, sacó las fotos de las mujeres asesinadas en el verano que le había facilitado el Perro, y las comparó con las obtenidas el día anterior en la Clínica. Así comprobó que dos de las victimas habían tenido relaciones sexuales con García Mónaco. La tercera estaba tan desfigurada, que no se pudo comparar. Además todas habían recibido fuertes golpes en el cráneo.
Luego de cavilar unos minutos, sus ojos vieron el tablero de ajedrez, por el vidrio de su antigua biblioteca.
Con este tablero haré el diagrama que tengo en mente.
Comenzó a ubicar las piezas:
El Rey…García Mónaco (agregó a la derecha)
La Reina…aaaahhhh eran varias

Ya sé, esto es lo que ocurrió: al Rey lo cuida bien la reina.
Este Rey tenía muchas Reinas, pero fueron desapareciendo una a una, por lo tanto, era hora de actuar. Había que comerlo, darle “Jaque Mate” y por eso está muerto. Pero el Jaque Mate fue tramposo, debieron sacrificar a García Mónaco, para despistar al intruso que lo vigilaba día a día.
¿Quién me descubrió? Gritó, lleno de terror. Al instante él sólo se contestó: ya sé “La torre”.
¡Cómo no me cuidé de las terrazas y de los departamentos altos! ¡Qué gran error!.
Golpeó su mesa con los puños. Se sentó. Luego fue a la cocina y se hizo otro café.
Algo más sereno se dijo: no importa, seguiré vigilando pero cambiaré mi aspecto. Tampoco llevaré mi auto, conseguiré uno prestado.
Ya amanecía y dentro de media hora debía presentarse a trabajar. Decidío pedir el día por causas particulares. Podía hacerlo. Nunca lo había pedido, para no tener máculas en su carpeta personal, pero para la ocasión era necesario. Consiguió su propósito hablando por teléfono con el Jefe de Personal, quién no le puso peros.


Se vistió, necesitaba tomar aire y salió a caminar. A la media hora estaba de vuelta. Abrió su placard y sacó su único traje, lo cepilló bien y lo apartó, buscó una camisa que hiciera juego con él, y también una corbata. Lustró sus zapatos, buscó buenas medias y con todo listo se dijo: -antes pasaré por la peluquería, mi look será otro desde hoy, y luego iré al velatorio, así sabré quienes eran los amigos de García Mónaco.
Se puso contento con la idea porque detrás de ella estaba Cecilia. Vuelvo a estar en las pistas –se dijo convencido.

A las 11 de la mañana Richi era otro entrando al velatorio. Bien vestido, con el cabello corto, las manos arregladas, subió al ascensor. Al llegar al tercer piso leyó del lado izquierdo: “Dr. Jorge García Mónaco”.
Entró a la sala despacio. Buscó entre la gente a Cecilia. La vió, ¡tan distinta! –Bueno no es el mejor momento- pensó, pero casi no la recuerdo. ¡Hacía tanto que no la veía!. Se acercó, cuando estuvo a su lado, tímidamente, la llamó por su nombre. Cecilia levantó su cabeza y fijó en él sus ojos rojos por el llanto. Después de unos instantes, lo reconoció.
-Gracias – le dijo. Sollozando agregó: “dentro de lo que me está ocurriendo, que te hayas acordado de nosotros, me da satisfacción, gracias de nuevo.
-Richi, no podía reaccionar.
Se alejó y fue hacia la cocina. Le sirvieron un café. Lo estaba tomando cuando Cecilia le tocó el brazo y le dijo: “quiero que te quedes o te acerques a casa esta tarde luego del entierro. Hay algo que quiero que sepas. Además, tenemos mucho que conversar.
-Bueno-, dijo Richi- como no, después voy.
Se quedó junto a la puerta y recorrió con su mirada todos los rostros. Algunos eran conocidos, otros no. Miró las coronas y anotó los nombres de los que las enviaban.
Entre ellas, en la más destacada por su tamaño y belleza se leía: “Benito Lamella Greca y amigos”.
¿Quienes son? Se preguntó Richi.
Salió a fumar. Sus ideas iban y venían… A Rey muerto, Rey puesto. ¿Quién será el sucesor?.
Armaré un nuevo tablero, encontraré a todos los jugadores -pensaba para darse ánimo-.
García Mónaco, también puede ser el asesino de las Reinas. Pero con la cuarta falló. Pudo ser eso la causa de su muerte. Pensaba Richi y seguía…
García Mónaco ¿Qué hacía con la propaganda política? ¿Porqué la llevaba y a quién?.
¿Arriedo y García Mónaco, qué pacto tenían?
Arriedo concejal quiere la Intendencia. Busca los medios económicos para conseguirla, ¿porqué con García Mónaco? ¿qué favores tenía que pagar Mónaco?. ¿serían de él o de otro realmente Jefe en todo esto?.
Buscaré a Arriedo.
Su mente no paraba. Recordó el día que siguiendo al Audi, la gran cantidad de vehículos que pasaban a esa hora lo pusieron tenso. Cada semáforo lo desconectaba por momentos, pero hábil en estos casos, pronto volvía a colocarse cerca del Audi. De pronto el Doc. dobló a la derecha y entró en una calle poco iluminada, enseguida paró junto al cordón de la tercera casa de la esquina, dejándole poco márgen para estacionar. Bajó la mujer y también Mónaco. Ambos entraron en la casa.
Bueno- había dicho Richi- ahora a esperar. No fue larga la espera, enseguida salieron los dos acompañados por otra pareja. No pudo ver claramente como eran, sólo notó que la mujer era jóven, elegante, y también parlanchina. A pesar de que la mujer hablaba en voz alta, no logró entender lo que decía.
El Audi arrancó y Richi hizo lo mismo después de darles algo de ventaja. Viajaron a velocidad media durante quince minutos, siempre por Córdoba al oeste y ya parecían detenerse cuando estalló un neumático del auto de Richi. Por suerte, sólo fue un susto pero los perdió y abandonó el seguimiento.
Tal vez esa noche –se dijo Richi – hubiera sabido dónde se reunían. Pero ya no sirve, quizá esas mujeres fueron asesinadas. Hay algo que sí me sirve, “la casa de una de las parejas”. Investigaré. Recuerdo que anote la dirección.

….


Las horas pasaban y no lograba deducir nada.

Camino al cementerio, se acoplaron tres autos negros con vidrios polarizados. Al llegar, cuando bajen, trataré de fotografiarlos –dijo Richi que estaba atento a todo lo que pasaba- y eso hizo. Los ocupantes de los autos vestían de negro y llevaban anteojos oscuros. Eran hombres de distintas edades.
Uno de ellos, que parecía el mayor, dijo algunas palabras de despedida.
Cecilia no lo conocía. Asombrada, sólo dio la mano a cada uno y no preguntó nada.


Richi se acordó que no había leído el informe judicial. Llamó al Perro. Este le reprochó: “te busqué todo el día, ¿dónde estabas?
No puedo decírtelo por ahora. Café de por medio puede ser. ¿me dás el informe?
Sí –dijo el Perro- “el Instituto Médico Legal, declaró que no se encontraron en las vísceras vestigios de sustancias químicas, ni de alcochol. Tampoco en el líquido estomacal. La muerte fue calificada como violenta, ocasionada por un objeto contundente, que golpeó su cabeza desde arriba, rompiendo el parabrisas y destrozando su cráneo, lo que provocó el desplazamiento de su quijada”.
¡Cómo le dieron eh! –dijo Richi- Gracias viejo, apenas llego a casa te llamo.

Se acercó a Cecilia y esta le dijo: estoy muy cansada pero igual te espero en casa, debes conocer algo.
Richi se acomodó en un auto para regresar, en ese momento advirtió que Arriedo no había venido. No lo ví en todo el día ni vi coronas de su parte. ¡Que extraño!.


Cecilia, a pesar de estar en el living de su casa, hablaba en voz baja. “no sabemos quién lo hizo Richi, pero yo venía escuchando conversaciones privadas de mi marido con un tal Arriedo, Concejal en Rosario. Ambos discutían mucho. Se que Jorge no quería aceptar lo que le proponía. Nunca lo conversamos, siempre lo pospusimos porque él estaba muy ocupado y me decía que no era importante. Pero yo intuía que era algo sucio. Y ahora creo que por ese lado hay que investigar. La policía dijo que lo haría. Yo estoy asustada y créeme, también con miedo no esperé un final así. Se que te gusta la investigación y quiero que la hagas, puedo proporcionarte los datos que vengan a mi memoria”.
Richi aceptó gustoso y ambos se despidieron. Cecilia le dijo: desde hoy podés llamarme para la información que necesités, no importa la hora y el día. Se dieron un abrazo.



El silencio en la mansión del Cavalliere, se había instalado. Por respeto a lo sucedido mi vecino. Comprendes Nino? Jugaremos silenciosamente hasta el jueves. Yo parto. Necesito otro aire. Viajare unos días por el Adriático. De regreso, seguimos.

Caballo F3

El sacrificio se ha cumplido, nuestra estructura está asegurada. El destino lo requería. Arriedo debe continuar, pero deberá limpiarse. ¿Lo comprende usted?.
La piedra no cayó al río, puede agitarse la policía y habrá que jugar nuevamente. Recuerde que es secreto. Nuestro rol es lo primero.



Torre G8

El pacto tácito es respetado, somos uno solo. Como sabemos las piezas caen. Ahora, recurro a la Ida. Basta de llantos.





Richi llegó a su departamento muy cansado. Pero era otro, tanto física como emocionalmente.

Esa mañana la prensa comenzaba a relacionar las muertes, de las tres mujeres y del médico que las tuvo de pacientes.
Que apresurados –pensó Richi al leerlo- entró a su oficina y dos segundos después, los aplausos lo aturdieron.
¡Que pinta! Sos otro, pareces un pibe. Acá hay gato encerrado. Empezá a hablar.
Era lo único que escuchaba y las risas con algún “te felicito” que no distinguía a esa altura, si era broma o verdad.
Esa tarde armó su diagrama de nuevo.

No hay Rey, no hay Reina, (ojo una está herida no muerta). Las torres me espían. Los peones son los de los autos negros y también algunos caballos y alfiles.
El disertante. Es el número uno. El pez gordo. Este puede ser el verdadero Rey.
Yo le daré el Jaque Mate.


Miro las fotos. Pero no se distinguían realmente los rostros, eran casi todos iguales.
Tendré que averiguar de todos y cada uno, ¿cómo? Cecilia no los conocía (¿realmente no los conocía?).
Ahí puede estar el secreto.
Las coincidencias ya no eran solamente su clave de investigación. Los hechos ocurridos las habían deslucido si bien no estaban desechadas.
Como no tenía todo, decidió pasar por el Consejo Deliberante. Allí supo que la Comisión que integraba Arriedo ese día no sesionaba. Rápidamente tomó un taxi y se llegó hasta el domicilio particular del Concejal. Quizo ser recibido pero nadie respondió. Llamó por teléfono. Nada.
Esto se pone interesante me daré una vuelta por el Partido Demócrata Liberal Rosarino al atardecer. Cerca de las 19.30 comenzó a llegar gente, Richi entró como un acólito más. Escuchó conversaciones. Dialogó con diversas personas, pero nadie tocaba el tema de las boletas dispersas por el suelo y caídas del Audi de García Mónaco. Un silencio, que le pareció cómplice, reinaba sobre el tema.
A las 20 Arriedo llamó diciendo que no asistiría, porque aún estaba en Santa Fe.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Capitulo 5 - Gonza!



- Estimado, no lo he citado con la idea de que le tiente en primera instancia la propuesta que le hago, y sabe, hasta el momento todo funcionaba bien, cada cual con su tema, me sigue: son las obligaciones un pecado antiguo al que se dejo caer el hombre hace ya algún tiempo. Será una jornada que mucho habremos de lamentar en lo que nos queda de existencia mi buen amigo, cada cual con su rumbo, cada laúd y su tema y ese grano de arena se apila a ese otro y somos de golpe una eterna columna de hormigas hacia y desde el hormiguero. Es de eso que le hablo, de los roles.
He perdido la cuenta de los días que pasaron, si bien lo leído en el diario de hoy me ha perturbado, ha conseguido traer a mí alguna que otra norma que prometimos nunca romper, no consigo discernir con certeza cuanto tiempo paso desde su ultima visita.

CABALLO F3


Pero no hay caso en este tipo de bobadas, lo importante es seguir con este pacto tácito que nos ha regalado aquel primer encuentro, y sería lógico, no olvidara mi buen amigo, ese rol que hemos adoptado, somos uno en esta partida, y le ruego, como ahora decimos, no se olvide las piezas caen, y resulta inaudito un jugador no adopte la postura leal de seguir las reglas. Y así como la noche del 29 decretó la caída de una de las nuestras, (quizás la más importante), es un juego, el mundo, el manejo de la información se parece a las cartas, al ajedrez, se hacen sacrificios ¿sabe? Es una pena la muerte, se le erizan los pelos a uno con tan sólo arrimar ese racimo de letras, ¡Tantas veces inevitable! ¡Dónde recurrir sino al llanto y la ida, la ida!

TORRE G8

El concejal Arriedo lo entendió en la primera visita, tuvo él otras cosas para ofrecer, pero de todos conservamos los secretos, esto se urde desde el centro, comprende? Los primeros acuerdos con inspectores fueron sencillos, cada laud y su melodía amigo. La llegada de las hermanas Puccio aseguró otro tipo de información, nos llenó de contactos que de a poco utilizaremos, mas no me detengo, lo ve? Esto ya lo sabe y muy bien conoce usted a las hermanas Puccio. Nuestras pautas son simples, y si… adelante.

- Solo para recordarle que no me he olvidado de lo que me toca, cada firma, cada trazo es para y por lo que me toca, le juro, fue un error y no debería de volver… es que todo sucedió demasiado rápido, se lo advertí, se tiene que recorrer todo el camino, se lo dije, no hay medias tintas en lo que nos reúne, lo de la muchacha será subsanado, puede contar con mi palabra.



ALFIL C3

Escúcheme, soy sobre todas las cosas alguien sensato, no se asuste, míreme, claro que lo sé uno de los nuestros, una pieza en este divertimento en el que también yo cumplo un rol.

Ciertos beneficios se desprenden de nuestra forma tan propia de agruparnos, olvide lo casual en nuestra disposición, nuestra clase, le advierto, olvide el automóvil como solo un medio de transporte, el casamiento de una hija como una muestra de amor en el siglo nuevo, haga a un lado su asombro, no mastique como cerdo la noticia impresa, muchos habrán de caer para mantener la estructura que aglutina esta sub-capital que cada dia formamos. Las reuniones están suspendidas, sin embargo aun buscamos la belleza en los rostros, la curva que justifica la tela en un vestido, con que fin el mundo sin la calma bajo los ojos?

Y estaba en los sacrificios, recuerda­? Antes que nada me valía de los sacrificios para explicar lo que viene. Un juego, cada giro del porvenir, cada elección, el todo en el destino. En el ajedrez sabe, existen diversos tipos de sacrificio, algunos sirven para clarificar el panorama, es un modo de limpiar el tablero, gusta de este juego? Debería de probarlo, es un buen ejercicio. Otros son meras formas de mantener la distancia, peón por peón, alfil por caballo, no son los que me interesan, mucho más pertinente resulta el sacrificio como forma de desviación, se deja caer una pieza con el fin único de llamar la atención hacia el lugar equivocado, una suerte de bengala, un arrojar de piedras que resuena en el vacío. El día de ayer conversaba con Arriedo acerca de la pereza mental que nos trae el siglo XXI, también de los asuntos pendientes, del recomienzo de las reuniones, de las hermanas Puccio, (coincidimos en su rol fundamental en este juego), posición que también ostenta usted.

TORRE B1

En fin, algo de eso, aún así no me malentienda, sabemos la dama es una pieza difícil de atrapar, escurridiza cual espuma en los arroyos, no fue su culpa llegar tarde al sanatorio, ya el daño estaba hecho desde el momento en que arribó la ambulancia al lugar, nunca logré comprender que nos mueve a ser tan torpes… después de todo quién no quiere llevarse consigo a la Reina.

Es todo por el momento, sabrá reconocer las instrucciones, entenderá que los retrasos no son concebibles, cada laud y su melodía, no lo olvide, imagino no le será complicado conservar este recuerdo, ya sabe, a la época en que estudiaba me remonto, clan de gran memoria el de los suyos no es cierto?

Puede partir ahora, lleve consigo mis mejores augurios y esa idea de fondo que nos rige, la concepción del juego, del sacrificio, de la suma y de las partes. Hasta pronto, nunca en vano las charlas constructivas.


Richi desabotonó los tres botones superiores de su campera, el viento soplaba lento desde el Este y recordó cuanto tiempo había pasado desde que se sintiese renovado por el silencio y el frío del atardecer. Cerró la puerta del auto y cruzó la avenida sin mirar a los lados, la calle tenía un aroma a azufre que no conciliaba con su dolor de cabeza, con un ligero mareo y la forma en que vibraban los toldos a un costado del la sastrería.
La colilla se humedeció lentamente, suspendida en el labio inferior de Marino, vibró al acercarse la llama. El crepitar del fuego se abrió paso, avanzando en dirección idéntica a la gente ya seca del interés inicial por la escena, quizás precavida, repicando en los oídos noticieros y gripes y pestes, la ciudad se adormecía junto con el sol y su retirada tibia.

Richi uso su brazo derecho para esquivar la cinta que rodeaba el automóvil, escupió a un lado del cordón y se acercó lentamente, sintiendo bajo sus pies el crujir de los cristales rotos del parabrisas. El cuerpo yacía inclinado sobre el volante, ambos ojos se adivinaban entreabiertos, la quijada apenas desplazada capturó su atención por algunos segundos. Una bocina de ómnibus se dejó oír desde calle Salta, se perdió a lo lejos y el Perro giró la vista mientras un peatón retrucaba una puteada a la mole que huía rauda, guardando las manos en sus bolsillos se acercó a la columna de alumbrado, imaginó el sonido de su caída vertical, la sensación del detenerse, el desgano del hombre al apagarse:

- De seguro que no lo hubiera previsto – largó Richi, y dejó salir lentamente el humo luego de saborearlo en su boca.
- Sucedió esta tarde, se discute la hora exacta, pero los peritos suponen se encontraría alcoholizado. No hay marcas de neumáticos en la escena, el vehículo se precipitó en línea recta, los frenos se encuentran intactos, es curioso, ciertamente lo es, aún interrogamos a los testigos.

Marino alzó la hoja de papel que bailaba junto a otras idénticas bajo sus pies, la supo conocida, algo de emoción llenó sus pulmones, leyó Arriedo, recordó lentamente el resto de la lista, se detuvo en la palabra intendente, en la caja cargada de boletas en el asiento trasero del automóvil. El Perro suspiró sonoramente y ambos volvieron la mirada hacia los restos de sangre esparcidos sobre el capot.

- No logro entender que haría eso allí, pero será una cosa más entre tantas cosas que me confunden Richi… Me voy, ya mañana será otro día, no?
- Bastará con suponerlo amigo…

Las primeras estrellas se abrieron paso entre las nubes, dejando en claro que la noche golpearía duro en cada rostro de cada linyera de Rosario, se oyó otro bocinazo, una radio con baja señal escapando de un taxi, “Asked a girl what she wanted to be…” Richi pensó en la necesidad de las metas, recordó aquella canción que sonaba en la lejanía y vislumbró algo de luz en el camino que de pronto se abría paso entre sus tripas, sintió pena por la máquina perdida y reubicó los botones en su posición original. “Puta, que llegaríamos a este punto…”
García Monaco sonreía de costado, la pieza coronada descansaba sujeta entre sus dedos helados. Sus pelos enredados en coágulos advertían también la llegada de la noche, parecían bailar junto con las notas de la melodía radial. Richi sopló entre sus manos, entibió sus palmas antes de animar señas a la camioneta de la morgue que se acercaba lentamente hacia el Audi negro.

- “Baby you can drive my car” - cantó en voz muy baja, - “Baby I love you...”

jueves, 3 de septiembre de 2009

CAPITULO 4




CAPITULO 4 - Maby -

Golpeó la puerta, en el vidrio, como le había indicado desde el primer día que fue. Hacía ya seis meses que iba sin faltar a una sola sesión.
Esperó con las manos en los bolsillos de su pantalón, miraba la punta de los zapatos, y acomodaba las pelusas de la alfombra de entrada. Sus pies no dejaban de moverse. Al levantar su mano para insistir, la puerta se abrió.
- Regina, buenas tardes, adelante.
Regina entró con su cabeza gacha, a la consulta que había pedido de urgencia a su psicóloga. Era viernes a la tarde, no pudo esperar al lunes, que eran sus días de terapia.
Se dirigió al sillón, apoyó la cartera en el suelo, se sentó y no dejó de frotar sus manos. Sólo lo hizo para retirar su cabello de la cara.
- Regina, desea beber un vaso de agua fresca? está sudando.
El silencio profundo dejaba sentir su respiración entrecortada. Tragó con dificultad el pequeño sorbo de agua. Levantó su mirada, y desencadenó en llanto incontenible.
- Regina, cuénteme, qué sucedió esta vez.

- Tengo miedo, algo no está bien. No es como antes. Es cada vez peor.

- Tenemos un umbral de tolerancia, usted se encuentra en ese lugar. Fue exigida a realizar una cirugía que no estaba dentro de sus necesidades. A pesar de todo decidió someterse a ella. Todo salió bien, la operación, el post-operatorio, no hay más nada que temer.
¿A qué tiene miedo ahora? O, a quién?

Dudó en avanzar. Respondió:
- A él.

Zulma, calló, no preguntó, sólo esperó que avanzara.
Notó que su respiración iba normalizándose.
Regina continuó.

- Ayer por la tarde, llegó sin avisarme. Insistía en que lo acompañara a una reunión por la noche. A una de esas, donde el alcohol y la droga descontrola a todos, sin excepción. Son las relaciones que fue presentándome en este tiempo y a las cuales me rehúso a vincularme. No quería ir, no quería que volviera a obligarme. Le dije entonces que no, que no me sentía bien todavía, que fuera solo esta vez.
- Fue mi culpa, yo lo provoqué, debí decirle que sí.

Otra vez el llanto sin aliento, el llanto ahogado, pero siguió.

- Volvió con sus malos tratos, cada vez peor, volvieron los gritos, y se sumaron…

- Qué Regina, qué sucedió?
Instintivamente retiró su cabello una vez más, y fue en ese momento que Zulma sintió cerrársele el estómago al distinguir su rostro golpeado.

- - - - - - -



Despertó en la madrugada del sábado, por la brisa intensa que se estaba desatando, las cortinas alcanzaron el jarrón de la cómoda haciéndolo caer. El estallido asustó a Regina, y en la confusión creyó haber oído golpear la puerta de su departamento. Apartó la sábana, y se levantó a cerrar las ventanas, observó que del oeste se aproximaba una fuerte tormenta.
Volvió a sentir que golpeaban a su puerta.
Miro su reloj de mesa, 6.30. Sólo él podía ser.
Después del jueves de discusión temía abrirle, pero si no lo hacía sería peor, sus celos cada día lo descontrolaban más. Podría llegar a imaginar que estaba con alguien y rompería la puerta a golpes. Podría darse cuenta que no lo dejaría entrar, y haría reavivar esa temible ira, que tanto dañaba a Regina. Si comenzaban los gritos su vecino saldría a ver quién estaba allí, y no quería que lo vea, no quería que lo conociera. La diferencia de edad la avergonzaba. No quería escándalos, buscó su manta y se arrimó a la puerta.
Dudaba qué debía hacer, cuáles eran los pasos a seguir. Sentía que Zulma estaba dentro de su cabeza recordándole lo hablado. Su cuerpo temblaba, sus manos se debilitaban y dejaban caer la manta que la envolvía.
Cuando se dio cuenta que ya no podía sostener el silencio, en contra de lo acordado en sesión, preguntó
- Quién es?
- Yo, Regina, quién más puede tocar a tu puerta a estas horas? Abrime, Por qué demorás, dormís desnuda? Tenés que cambiarte?, con quien estás? Abrime te digo.
Por la mente de Regina corrían momentos de terror, no quería que volviera a golpearla. Notaba enojo. Si lo dejaba entrar, no discutirían, su tono de voz le anunciaba que volvía con los celos de ayer, celos nuevos, celos inventados.
Repasó la consulta con Zulma. Y le alivió haberle contado el episodio del jueves anterior.
- - - - - - -
Cuando le dijo que no se sentía bien para asistir a la reunión esa noche, él quedó enmudecido, inmerso en una mirada perdida, mordiéndose los labios. Lo miró, estaba inmóvil, sentado en medio del sillón con los brazos extendidos. Su saco desprendido, dejaba ver el blanco de su camisa, y su corbata floja. En otro momento se habría tirado sobre él, apoyándose sobre su pecho y olería detrás de su oreja el perfume que tanto la seducía. El la habría abrazado y le habría llamado mi Reina, no Regina. Pero ya no.
Regina decidió ir por agua fresca, como excusa para aliviar la presión que esa mirada le estaba provocando. El no dejó de mirar cómo se alejaba.
Tenía un ligero vestido de gasa. Debajo del mismo sus nuevos pechos se dejaban percibir. La ventana de la cocina de su departamento, daba al interior del edificio, donde de otras ventanas podían encontrarse miradas indiscretas.
Imaginar que alguien podía observarla lo enloqueció, necesitó demostrarle que era solo suya.
Estaba sacando el agua de la heladera, cuando entró y le cerró la puerta. Fue de tal sorpresa para Regina que no llegó a retirar la jarra, y su mano quedo atrapada. Con su fuerza, la apretaba fuera de sí, sin permitirle salir. Ahogada de dolor logro pedirle que la dejara sacar la mano. Sus ojos enrojecidos, la miraron fijamente deseándola, la tomó del cabello tirándola hacia atrás, y comenzó a besar su cuello, olvidando la puerta de la heladera. Perdido en su excitación, la soltó, pudiendo Regina liberar su mano. Tomó su cuerpo de la cintura, que resbalaba sin fuerzas. La empujó contra la heladera golpeándole la cabeza, la aferró desde sus caderas, haciéndole sentir su miembro, la manoseó con demencia (incontrolable) logrando arrancar su vestido. Alzó su cuerpo indefendible, rendido y la llevó a la cama.
Luego de la operación que él mismo le propuso hacer, convenciéndola con palabras de seducción, cuando aun la seducía ´´Regina, mi Reina, te quiero perfecta, plena, a la medida de mis manos ´´, todo cambió. Los encuentros se convirtieron en relaciones descontroladas, como un animal, con furia de macho al que su hembra debe entregarse sin condiciones. Brutalmente poseía su cuerpo, lo apretaba hasta aliviar el ardor de la forma más violenta. Y el grito de placer hacía sentir a Regina que ya la libraba. Y se dejaba caer sobre sus pechos sin tener el cuidado necesario, de una reciente operación. Las lágrimas de dolor, de vergüenza, de sentirse ultrajada por el hombre de quien creyó estar enamorada, caían una vez más por su rostro, sin ningún consuelo.
Quedó tan sola, tan desnuda, tendida sobre su cama, enredada en las sábanas, con dolor, con un cuerpo agotado, que cada vez le costaba más reponer.
- - - - - - -
El grito reiterado de ´´ abrime ´´, la trajo nuevamente al momento que debía con urgencia resolver. Se envolvía fuertemente con su manta, sentía que la abrazaba, y caminaba, no podía pensar, cada grito la aturdía, y bloqueaba, su mente en blanco sólo dejaba que el deseo de morir se le presentara, creía que era su única salvación.
Olvidó al vecino, y comenzó a gritar,
- no quiero que entres, quiero que te vayas, no quiero volver a verte.
En ese momento, sin medir lo que estaba diciendo, gritó ´´prefiero morir antes que vuelvas a tocarme´´ y en llanto terminó, pidiéndole por favor, ya basta.
- Ya basta, por favor,,
En un rincón quedó sentada, en el suelo, apretando sus rodillas en su pecho, como escudo de protección. Miró hacia su dormitorio, lejos había quedado su celular.
- - - - - - -


- Regina Montalván, sí, es paciente mía.
- Que le ha sucedido?
- Voy para allá.
Tomo su piloto, y un paraguas, previendo la fuerte tormenta que amenazaba, la cartera, y salió a la calle, confundida, queriendo recordar la consulta del día anterior con Regina. Tomó un taxi. Sus ojos empañados, miraban como la mayoría de la gente transcurría su mañana de sábado sin alteraciones, y se preguntaba, por qué Regina no pudo.
El viento cada vez más fuerte, arremolinaba las hojas. Los árboles más jóvenes eran dominados por su furia, y así la vio a Regina, con su frágil cuerpo queriendo resistir.
Era la primera vez que imaginó los relatos, imaginó cada uno de los golpes, imaginó los abusos, imaginó a Regina llorando, gritando de dolor. Nunca antes se lo había permitido, no podía debilitarse por su paciente y quebrarse con ella, debía ser fuerte, y no comprometerse. En sus propias terapias debía trabajar fuertemente el caso ´´Regina´´
Repasó:
. Acordamos, que no debía dejarlo entrar cuando volviera de su viaje.
. Su celular tenía que estar sobre su mesa de luz, para llamarla, en caso de que así sucediera.
. Debía gritar si no llegaba a marcar la memoria de su celular.
Que salió mal, Regina, qué salió mal?

Descendió del taxi, y sin ver atropelló al niño, que le abrió la puerta, sin entender siquiera qué le pedía. El pequeño quedó mirándola, pero no tuvo respuesta.
Corría por los pasillos del hospital de emergencia. No sabía por dónde ir, hasta que al fondo ante dos puertas vaivén, vio dos hombres, dos inconfundibles policías. Como si alguien le hubiera obstaculizado su camino, dejo de correr, y caminó pesadamente, aterrada, sabiendo que eran ellos quienes la habían contactado.
Richi al verla, no titubeó,
- Doctora Zulma…? soy el Inspector Marino de la Policía Federal.
- Si soy yo, Sr. Inspector, la terapeuta de Regina Montalván.
Sus miradas se vieron cómplices ante un mismo sentimiento, ante un mismo compromiso, ambos desde su lugar, debían haber evitado que esto sucediera.

- Encontramos una agenda abierta, sobre la mesa de luz, con sus datos resaltados, y el celular al lado. Creo que ella sabía que algo podía sucederle, y era a usted a quien quería que llamemos. Lo cree usted?
- Sin dudas señor inspector.
- Cómo está ella? Hizo una pausa - sobrevivirá?
- No saben cómo está viva.
Su vecino la salvo, es él, quien está allí sentado. Dijo que sintió ruidos y gritos fuera de lo normal, y creyó que era el momento de llamar a la policía. No se animó a entrar al departamento pero gritó que había llamado. Parece que esto asustó al asesino y huyó. Creemos que por el estado en cómo la dejó, no sabe que está viva.
- Cree usted saber quién pudo haberle hecho esto?
- Tal vez, ayer me lo quiso decir.

Mabel

martes, 1 de septiembre de 2009

Capítulo 3 (Ali)




RICHI. 3º Capítulo (Por Ali Catania).-




Richi miró su reloj y se dio cuenta que había pasado la tarde dentro del auto. No sólo la incipiente oscuridad, sino el cansancio y las ganas de orinar le recordaron que llevaba varias horas estacionado frente a la Clínica del Dr. García Mónaco.
Cuando llegó, la cuadra estaba llena de autos y no le resultó fácil conseguir un buen lugar. Hoy no era un buen día, pensó.
Se sentía malhumorado; los troncos gordos de las palmeras; el constante pasar de gente caminando; corriendo; patinadores; paseadores de perros; señoras sentadas en los bancos, charlando; otras paseando cochecitos de bebés; bicicletas; todo parecía estar en su contra, interponiéndose entre él y su objetivo.
Sentía que la cabeza le daba vueltas.
Le dolían los ojos, no había quitado la vista a la entrada del instituto, pero su posición era incómoda y no le permitía visualizarla con claridad.
También le dolían la espalda y las piernas, consecuencia de estar en alerta constante, tensionado, moviéndose con dificultad dentro del poco espacio que puede ofrecer el interior de un automóvil.
Pero en realidad, lo que más le molestaba era sentir que la guardia de esa tarde había resultado inútil.
Ya estaba anocheciendo y en toda la tarde no había aparecido el Doctor.-
Cuando Richi llegó, no vio estacionado frente a la Clínica el Audi negro del médico. No le resultó extraño, pensó que él tampoco había conseguido lugar.-
La ansiedad por encontrar pruebas, pistas que lo condujeran al culpable y que lo ayudaran a resolver el caso, se estaba tornando pesada.
Para colmo, era viernes.

Richi no sabía -se enteraría después- que el Dr. García Mónaco, ese día, había suspendido la atención de su consultorio por encontrarse en un congreso, fuera de la ciudad.
Richi tampoco sabía -se enteraría después- que no estaba solo; desde el balcón del cuarto piso de un edificio ubicado en la vereda de los impares del boulevard, frente a la clínica, lo estaban observando.

Iba a resultar difícil pasar el fin de semana.
Desde que se había separado de Anita, Richi no disfrutaba de los días feriados o no laborables. Le recordaban demasiado su soledad y las ausencias.
Ausencia de sus hijos, de su perro, de su parrilla, de su cama.
Ausencia de voces, de olores y de lugares.
Ausencia de reuniones con amigos, la torta con la vela y los globos para los cumpleaños, las canciones, las risas y los aplausos.
Y los gritos. Los gritos y las peleas, las puteadas, los reproches, los reclamos, los llantos, los “perdoname”, los …
Baaaaaasta!
Casi inconscientemente, Richi comenzaba ese juego perverso -llenándose de culpas y recuerdos, yendo de lo bueno a lo malo- cuando estaba desestabilizado o alterado por alguna situación especial, precursora del stress.
Generalmente eso le ocurría los fines de semana.
Y por sobre todo, éste en especial.
Era el primer fin de semana que corría dentro de la investigación de los crímenes. De su investigación.
Sonó el despertador y Richi lo paró de un manotazo. No lo pensó dos veces, y muy a pesar suyo se levantó. Arrastrando las piernas se dirigió al baño y abrió la ducha. Dejó caer un poco el agua hasta quedar envuelto en una nube de vapor y, aunque ni el mismo lo creía, disfrutó del momento y del agua caliente que parecía ir barriendo la resaca de su cuerpo.
Después de la crisis existencial que había sufrido la noche anterior, no encontró nada mejor que pegarle duro al whisky.
Cuando salió del baño casi se cae al tropezar con la botella vacía, la levantó y la arrojó por la ventana al baldío lindero.
Estaba tranquilo. La ducha le había caído bien.
Se vistió con un joguin, una remera vieja y ojotas, quería sentirse cómodo y se dispuso a enfrentar el día con buen ánimo.
Mientras se preparaba un café doble buscó azúcar, pero el frasco estaba vacío; no le importó, lo tomaría amargo.
Llevó la taza a la mesa, lo esperaban las dos cajas que le había dado “El Perro”, con los antecedentes de los asesinatos de Rosaria Milone y de Rosa Miralles.
Ordenó en su mente la secuencia de los crímenes y abrió primero la de Rosaria. Haciendo un gran despliegue de papeles, se puso las pilas y se dispuso a estudiar.
Debía estar muy atento y no perder ningún detalle, dependía de él descubrir aquellos que fueren realmente útiles para la dilucidación del caso y desechar los inservibles. Pero como hacía tiempo que no se abocaba tan de lleno a tarea semejante, no le quedaban dudas que el esfuerzo a realizar sería soberano.
Comenzó hojeando el sumario. A medida que avanzaba en la lectura y observaba las fotos, notó que se estaba embarullando con tanta información y vio colmada la capacidad de su memoria.
Era necesario, para que no se le esfumaran los datos que le parecían importantes, ir anotándolos, y fue en busca del cuaderno tamaño oficio con espiral, que había comprado especialmente para tal fin.
Ya tenía garabateadas algunas cosas sueltas como la patente del Audi, horarios de entrada y salida del Dr. a la Clínica, su vestimenta, características de sus acompañantes, datos de los vecinos; pero estaba todo muy desordenado, y así no iba a resultar.
De ahora en adelante se propuso trabajar más prolijamente. Comenzó una nueva hoja en blanco y trazó una raya vertical en el medio que la dividía en dos. A la izquierda escribió ROSARIA y a la derecha ROSA.
No se olvidó de la tercera víctima, pero como todavía no tenía los antecedentes, limitó su parangón a estas primeras dos. Luego, trataría de entretejer las coincidencias con esa tercera.-
En el margen de la hoja hizo un listado de los puntos a considerar: Nombres y apellido, edad, estado civil, ocupación -tanto la actual como anteriores-, características físicas, lugar de residencia, vecinos, situación económica y social, círculo de amistades. Llegó hasta ahí sin cerrar la lista porque presumía que irían apareciendo cosas nuevas que debería agregar, pero que en ese momento no se le ocurrían.-

Las horas fueron pasando de manera tal que Richi ni siquiera se dio cuenta que ya estaba anocheciendo.
Fue su estómago quien le advirtió que no había comido nada en todo el día, además el entusiasmo inicial se estaba convirtiendo en cansancio.
Decidió tomarse un recreo.

Eran las nueve de la noche del sábado y Richi se tiró un rato en la cama. Estaba hastiado de tanta pesquisa y crimen dando vuelta. Necesito un impasse - pensó - mientras encendía la televisión. Sintonizó el canal Venus, se le ocurrió una buena opción para distraerse.
Uno tiene la convicción errónea de suponer que todas las minas de las películas porno tienen un rostro definido, decididamente erótico, una combinación perfecta de labios carnosos entreabiertos y ojos entrecerrados, que parecen decirnos “ vení, acá estoy, dispuesta a darte el mejor sexo oral de tu vida”. Sin embargo esa noche el rostro que Richi veía era un rostro angelical, una púber virginal que resultaba paradójica con el miembro negro y gigantesco en su boca. De golpe él sintió que se endurecía, instintivamente llevó su mano a la entrepierna y comenzó a moverla con la misma cadencia de la muchacha, adentro, afuera, labios con saliva, arriba, abajo, labios finos no carnosos, adentro, afuera, los ojos bien abiertos, arriba, abajo, y la imagen de su hija viniéndole a la cabeza, tan parecida a la nena de la tele. De la misma manera repentina con que se había puesto duro, ahora su miembro no respondía, de nada servía acelerar un poco, había entrado en knock out técnico.
Sudoroso y con bronca, Richi se levantó de la cama. Su calentura no resuelta se le ocurría una urgencia imperiosa de solucionar, no podía andar haciendo deducciones ni inferir situaciones, como en el caso de los crímenes, pero sí podía hacer un seguimiento por los alrededores de la plaza.
Se vistió con lo primero que encontró y decidido abrió la puerta del departamento.
En el estacionamiento, se cruzó con la vecina del 5º y con un tipo bien vestido cuyo rostro se le ocurrió familiar.
Aunque había ido muchas veces al lugar y conocía a casi todas, dio varias vueltas buscando, sin detener el auto. Hoy necesitaba algo nuevo, tal vez sería hora de probar lo diferente. Recordó lo que “El Perro” le había dicho varias veces: “No sabés lo que te perdés. Los travas estos son buenísimos porque saben de verdad lo que nos gusta a los hombres, no como las minitas que equivocan dónde tocar.” Richi dudaba, no porque pensara que podía perder su masculinidad si alguien le metía algo por el culo, pero su instinto le decía que podía llegar a verse envuelto en una situación complicada y después deber favores, o tener que dar explicaciones si alguno de la Federal se enterase. Cómo si los capos no anduviesen dando vueltas por allí también, pero en fin, ellos son los capos. Pensó.
En la cuarta vuelta apareció Giselle. Tenía puesta una minifalda de jean muy ajustada y una remera corta con gran escote. Aún en la oscuridad era evidente el tamaño del arma que portaba, casi una 45 - pensó Richi – y se largó a reír. Una risita nerviosa como de adolescente en su primera vez.
- ¿Qué hacés?
- ¿Vos que querés?... 40 la chupada y 60 completito.
-¿Te masturbás?
- Claro…lo que vos quieras. ¿En el auto?
- No, dale, subí, vamos al Ideal.
Apenas salió de la habitación se arrepintió de su decisión apresurada. Giselle subió al auto y a Richi se le ocurrió grotesco.
Satisfecho, pero con un desaliento desconocido hasta entonces, no veía el momento de recorrer las pocas cuadras, bajar al personaje y escapar. Si bien el tipo no lo había ni tocado, se sentía sucio.
“El Perro” estaba loco, no sabía lo que decía. No le había costado mucho llegar -quizá con más rapidez que otras veces- pero ahora que su mente estaba lúcida, se odiaba, casi tanto como odiaba su curiosidad que lo llevaba a querer comprobar todo.

……………………

El pronóstico del tiempo anunciaba fuertes lluvias y tormentas para Rosario y alrededores. Todo hacía prever que no tardarían en dar alerta meteorológico para la zona.
Ya comenzaba a soplar ese viento arremolinado que hace girar y volar papeles, bolsitas, hojas, y por sobre todo mucha tierra.
Richi guardó el auto, decidió ir caminando hasta el bar La Ronda para estirar un poco las piernas y de paso darle a una picada con una cerveza. Aunque era un poco tarde, sabía que por los menos hasta las 2 lo encontraría abierto.
Cuando llegó a la Avenida Pellegrini, lo sorprendió el viento y se le llenaron los ojos de tierra, comenzó a putear.
Estaba cruzando la calle ya en medio de la tormenta cuando comenzó a sonar su celular. Corrió hasta guarecerse en la entrada de un edificio y así poder atender el teléfono.-
Era “El Perro”, su amigo. Ese fin de semana le había tocado trabajar porque el Juzgado estaba de Turno.
Hola Richi, en qué andas viejo? Tengo algo para Vos que te puede interesar. Dale, si estás al pedo venite, porque tenemos otra mina violada y el caso se parece bastante a esas otras tres que estas investigando... Hola, Richi, hola ... me escuchaste?