miércoles, 12 de agosto de 2009

RICHI - Cadáver Exquisito - 1º Cap. MAY BARTA




por May Barta Primer Capítulo



Richi abre los ojos. La penumbra y el hedor del lugar no lo alientan a levantarse. Las gruesas cortinas apenas dejan pasar un hilo de luz. En el extremo de la cama, sobre la mesa, permanece un vaso con restos de whisky junto a una botella casi vacía.
Bosteza, acomoda la almohada y respira profundamente tratando de distenderse para disipar el malestar que afecta su cabeza. Recuerda la discusión del día anterior con su ex mujer, Anita. Más de lo mismo, piensa. El silencio lo aturde, las palabras de Anita lo aturden, todo le provoca un ahogo que sumerge día a día en la bebida. Se esconde en ella para borra su dolor.
Se ocupa de sus hijos a pesar de los reproches que recibe. Siempre termina con Anita discutiendo por el dinero que le pasa. Pero cualquier cosa que haga o diga se resuelve en un reproche incansable de su parte. Las conversaciones se vuelven insostenibles.
Se incorpora lentamente tratando de ordenar el día. Camina hacia la cocina, abre la alacena pero inmediatamente la cierra. Allí Solo se pueden encontrar latas, un frasco de café instantáneo y otro de galletas casi vacíos. Algunos pocos vasos, platos y tazas que seguramente nadie se animaría a usar.
El “departamentucho”, tal como lo llama, está bien ubicado. Es un segundo piso de escaleras donde vive solo. Rara vez lo visitan sus hijos, ellos prefieren no ir. Sus encuentros generalmente ocurren en algún bodegón o bar. No le gusta cocinar. La heladera lo dice todo, no se alcanza a ver tras una cortina de imanes de distintos deliveries de comidas, bebidas y alguna que otra heladería.
Nada puede mejorar el lugar, ni aún con el esfuerzo de Rita, la señora de la limpieza. Los escasos y desgastados muebles entonan con las descascaradas paredes que alguna vez fueron pintadas a desgano. Nadie puede pensar que ese sea un hogar confortable o acogedor y él lo sabe.
Luego de darse una ducha, se cambia para ir a la oficina.
Richi Marino es Inspector de la Policía Federal. Todas las mañanas camina las nueve cuadras que lo separan de la Delegación. Como un rito matutino se detiene a tomar un café con dos medias lunas en el bar “La Ronda”. Luego de ojear el diario continúa su camino al trabajo. Apenas sale, enciende el primer cigarrillo de la mañana. Aspira y exhala lentamente el humo esperando que pase pronto el día.
Llega cuando ya casi todos están trabajando. Saluda con un apretado buenos días. Algunos de sus compañeros responden con un simple hola, pero la mayoría lo ignora. No se lleva bien con ellos. Si bien tiene algún que otro amigo no es una persona muy popular y mucho menos con sus superiores. Pero eso no le importa demasiado.
Se sienta en su sillón y enciende la lámpara que está en el escritorio. Separa las carpetas que había dejado el día anterior y busca la del caso que lo preocupa.
El verano pasado se sucedieron unos crímenes en la ciudad. En esos meses tres mujeres fueron violadas y asesinadas. La investigación avanzó sin resultado positivo –como dice la jerga policial- y no quedaron pistas para seguir. Richi había intentado acercarse al Jefe Burgos para comentarle las sospechas que tenía, pero éste no lo quiso escuchar. Los Superiores lo tenían mal conceptuado. No lo consideraban un buen agente y hasta algunos comentaron la falta de compromiso que tenía con su trabajo, más aún, con la vida. Conocían la historia de Richi, principalmente sus conflictos personales. Pero no lo veían suficientemente capaz ni hábil para llevar adelante investigación alguna por lo que desoían cualquier opinión que viniera de su parte.
Sin embargo a Ricci le obsesionaba el caso. Había leído cada una de las de las actuaciones policiales, también se había contactado con su íntimo amigo Bobby que trabaja en el Juzgado de Instrucción y a través de sus favores obtuvo copia de las actuaciones judiciales bajo promesa de reserva. En sus noches de desvelo las leía una y otra vez buscando una respuesta.
De ese análisis, algo le llamó la atención: había descubierto ciertas coincidencias entre las víctimas. Las mujeres eran de clase alta, dos de ellas de mediana edad y una un tanto mas joven. Las tres pertenecían a conocidas familias de la sociedad rosarina. Eran mujeres que se destacaban por su hermosura y que frecuentaban habitualmente salones de belleza, gimnasios, spa y, casualmente o no tanto, se habían realizado cirugías estéticas.
Entre los testigos citados por el Dr. Néstor Alcántara, Juez de Instrucción de la causa, se encontraba un médico cirujano estético, el Dr. Jorge García Mónaco. Su declaración era una de las tantas tomadas con el fin de armar el perfil de las víctimas.
Para Ricci, la coincidencia era la clave de la investigación, todas habían sido pacientes del “doctorcito”. Desde el día que había descubierto esa pista, centró la mira sobre el cirujano. Obsesionado, se propuso resolver el caso confiando plenamente en su olfato. Hasta soñaba con alardear delante de sus Jefes y compañeros el día que pudiera demostrarles su capacidad de investigación y así dejarlos con la boca abierta o también aunque parezca un juego de palabras, cerrarles la boca.
García Mónaco, de 57 años de edad, no es un hombre bien parecido, pero sí elegante y seductor. Tiene un trato muy cordial, tal vez por su oficio. Siempre se lo ve alegre y abierto al diálogo. Está casado con una mujer muy atractiva que denota una belleza inusual aún en sus 50 años.
Cecilia es arquitecta. Pasa gran parte del día trabajando en su estudio. También dedica tiempo a sus hijos y no deja de asistir a distintos eventos sociales y reuniones de trabajo, lo hace generalmente sola aunque a veces la acompaña su esposo. Ambos viven con sus hijos en un hermoso chalet situado en Fisherton. Sofía estudia Bellas Artes y Germán asiste al Colegio Alemán. Conforman una familia de clase media alta con un muy buen standard de vida.
Él es Cirujano Plástico. Atiende en una Clínica Privada sobre Bv. Oroño al 200, una institución de renombre a la que concurre una amplia y diversa cantidad de pacientes. Entre ellos se encuentra un número no despreciable de mujeres de buen nivel económico. García Mónaco es un profesional ampliamente reconocido en el medio y respetado por sus colegas.




Richi lo había investigado, sabía que si mencionaba sus sospechas iba a ser el foco de reproches de sus compañeros. Más de uno le endilgaría que esas sospechas estaban basadas en el resentimiento que tiene en su vida y la envidia que le provoca ese tipo de personas, sentimiento de querer ser como el otro y tener lo del otro y así vivir una vida de frustraciones, sin logros propios.
Sentado en la oficina se concentra en la lectura de sus notas y comienza a desarmar el entretejido de datos recabados. Debe pensar en un estratégico y minucioso seguimiento de los pasos de García Mónaco. Saber los lugares donde concurre. Conocer las personas que frecuenta. Saber lo que hace o deja de hacer. No puede permitir que se le escape ningún detalle.
Luego del medio día, de regreso a su casa, se detiene a comer un sándwich con una latita de cerveza en un bar cercano. Deja las carpetas en el departamento, camina hacia la cochera y saca el auto. Sale decidido a hacer el primer día de guardia frente a la clínica. Como su investigación no es oficial deberá optimizar los tiempos fuera de su horario de trabajo. Lleva algunas provisiones por si tiene que esperar largas horas en la pesquisa y un anotador donde volcar cualquier dato que llame su atención o que crea importante.
Estaciona el auto estratégicamente frente a la Clínica para obsevar todos los movimientos que se producen, en especial, los de salida y entrada. La edificación es una típica casona de estilo, elegantemente reciclada y bien conservada. De inmediato recuerda la profesión de Cecilia. Deduce que es muy probable que ella haya sido la arquitecta responsable del arreglo del lugar. Total todo queda en casa, piensa sonriendo. Pero sonríe mucho más por pensar que tal vez sus compañeros tengan razón en sospechar que ese estilo de vida le provoca cierta envidia.
Comienza a observar los autos estacionados al frente del edificio. Entre ellos se destaca un Audi negro, último modelo y apuesta, con certeza de ganar, que ése no puede ser otro que el auto del “doctorcito”. Le saca una foto y anota la patente.
Las horas pasan, mujeres de todas edades entran y salen. Todas elegantes. Todas espléndidas. Anita podría venir a atenderse aquí, piensa. Pero al mismo tiempo, riendo y meneando la cabeza, concluye que no habría cirugía alguna que la pudiera corregir. Al menos sus pensamientos lo entretienen. Tal vez si alguna persona lo observara diría que hay un loco en un auto que habla y se ríe solo.
Vuelve a concentrarse en su objetivo. Ya son cerca de las 7 de la tarde y calcula que en cualquier momento puede aparecer el sospechoso. Al rato, su pálpito se convierte en realidad.
Vestido con un saco de corderoy. Camisa abierta, con un echarpe de marca caído a los costados del cuello, un pantalón color habano y botas de carpincho. Guarda el maletín en el baúl y se acomoda al volante.
La emoción lo paraliza en principio.
Jorge enciende el motor y como acto reflejo Richi lo imita. El Audi arranca velozmente y Richi en pocos movimientos se ubica detrás de él. Ambos vehículos comienzan a circular por Bv. Oroño hacia el sur. Richi conduce tratando de guardar distancia para no ser descubierto sin perder de vista su objetivo.
A pocas cuadras Jorge detiene el auto frente a un lujoso edificio, baja y se acerca al portero eléctrico. Se ubica de espaldas a Richi -el que solo alcanza a ver sus movimientos - da dos pasos hacia la puerta de ingreso y aguarda. En pocos minutos aparece una hermosísima mujer que sonriente se le acerca y lo besa cariñosamente. Ambos caminan hacia el Audi.
Al verla, Richi recuerda los rostros de las víctimas y percibe una similitud con ellas. Todo le hace pensar que ese debe ser el tipo de mujeres que seduce.
Jorge hace honor a la gentileza del hombre que aparenta ser. Abre la puerta del acompañante para que ingrese la mujer, la cierra y gira hacia la puerta del conductor. Se arregla el saco, sube y ya sentado al volante se acerca a ella y le da un beso en los labios. Richi no puede salir de su asombro al advertir que esa mujer no resulta ser la Cecilia de sus recuerdos. Definitivamente no es ella. Este dato agranda sus sospechas.
Alentado por el descubrimiento Ricci reanuda la persecución.
Tal vez sea una larga noche, piensa.

6 comentarios:

  1. EXCELENTE LAS CORRECCIONES, MAY... es un capítulo que les da enormes posibilidades a los que siguen: mucha información histórica y subjetiva para seguir un viaje larguísimo. MARCE

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  2. MARCE No te puedo contestar porque estoy escribiendo 100 veces DEBO PENSAR EN RICHI..........sino no llego.................GRACIAS.

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  3. May, coincido con Marce, si bien no pondría "en su primer día de espía" porque se supone que si es detective es lo que habitualmente hace. Lo cambiaría por " su primer día de seguimiento" o algo así ¿te parece?

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  4. Si......toda sugerncia es buena para mejorarlo!!!!!!!

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  5. May, me encanta el Richi "Chavez". lo podríamos rebautizar: Julio Richi, ya que el apellido ...existe! jajajaaaaaa.
    También te digo que antes de empezar a trabajar releí tu 1er. cap. y coincido con los comentarios. Quedó cuasi-perfecto.
    Lástima que el Nano no lo corrigió y yo tendré que comenzar el tercer capítulo con algunos blancos. ¿Qué opinan????

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