martes, 1 de septiembre de 2009

Capítulo 3 (Ali)




RICHI. 3º Capítulo (Por Ali Catania).-




Richi miró su reloj y se dio cuenta que había pasado la tarde dentro del auto. No sólo la incipiente oscuridad, sino el cansancio y las ganas de orinar le recordaron que llevaba varias horas estacionado frente a la Clínica del Dr. García Mónaco.
Cuando llegó, la cuadra estaba llena de autos y no le resultó fácil conseguir un buen lugar. Hoy no era un buen día, pensó.
Se sentía malhumorado; los troncos gordos de las palmeras; el constante pasar de gente caminando; corriendo; patinadores; paseadores de perros; señoras sentadas en los bancos, charlando; otras paseando cochecitos de bebés; bicicletas; todo parecía estar en su contra, interponiéndose entre él y su objetivo.
Sentía que la cabeza le daba vueltas.
Le dolían los ojos, no había quitado la vista a la entrada del instituto, pero su posición era incómoda y no le permitía visualizarla con claridad.
También le dolían la espalda y las piernas, consecuencia de estar en alerta constante, tensionado, moviéndose con dificultad dentro del poco espacio que puede ofrecer el interior de un automóvil.
Pero en realidad, lo que más le molestaba era sentir que la guardia de esa tarde había resultado inútil.
Ya estaba anocheciendo y en toda la tarde no había aparecido el Doctor.-
Cuando Richi llegó, no vio estacionado frente a la Clínica el Audi negro del médico. No le resultó extraño, pensó que él tampoco había conseguido lugar.-
La ansiedad por encontrar pruebas, pistas que lo condujeran al culpable y que lo ayudaran a resolver el caso, se estaba tornando pesada.
Para colmo, era viernes.

Richi no sabía -se enteraría después- que el Dr. García Mónaco, ese día, había suspendido la atención de su consultorio por encontrarse en un congreso, fuera de la ciudad.
Richi tampoco sabía -se enteraría después- que no estaba solo; desde el balcón del cuarto piso de un edificio ubicado en la vereda de los impares del boulevard, frente a la clínica, lo estaban observando.

Iba a resultar difícil pasar el fin de semana.
Desde que se había separado de Anita, Richi no disfrutaba de los días feriados o no laborables. Le recordaban demasiado su soledad y las ausencias.
Ausencia de sus hijos, de su perro, de su parrilla, de su cama.
Ausencia de voces, de olores y de lugares.
Ausencia de reuniones con amigos, la torta con la vela y los globos para los cumpleaños, las canciones, las risas y los aplausos.
Y los gritos. Los gritos y las peleas, las puteadas, los reproches, los reclamos, los llantos, los “perdoname”, los …
Baaaaaasta!
Casi inconscientemente, Richi comenzaba ese juego perverso -llenándose de culpas y recuerdos, yendo de lo bueno a lo malo- cuando estaba desestabilizado o alterado por alguna situación especial, precursora del stress.
Generalmente eso le ocurría los fines de semana.
Y por sobre todo, éste en especial.
Era el primer fin de semana que corría dentro de la investigación de los crímenes. De su investigación.
Sonó el despertador y Richi lo paró de un manotazo. No lo pensó dos veces, y muy a pesar suyo se levantó. Arrastrando las piernas se dirigió al baño y abrió la ducha. Dejó caer un poco el agua hasta quedar envuelto en una nube de vapor y, aunque ni el mismo lo creía, disfrutó del momento y del agua caliente que parecía ir barriendo la resaca de su cuerpo.
Después de la crisis existencial que había sufrido la noche anterior, no encontró nada mejor que pegarle duro al whisky.
Cuando salió del baño casi se cae al tropezar con la botella vacía, la levantó y la arrojó por la ventana al baldío lindero.
Estaba tranquilo. La ducha le había caído bien.
Se vistió con un joguin, una remera vieja y ojotas, quería sentirse cómodo y se dispuso a enfrentar el día con buen ánimo.
Mientras se preparaba un café doble buscó azúcar, pero el frasco estaba vacío; no le importó, lo tomaría amargo.
Llevó la taza a la mesa, lo esperaban las dos cajas que le había dado “El Perro”, con los antecedentes de los asesinatos de Rosaria Milone y de Rosa Miralles.
Ordenó en su mente la secuencia de los crímenes y abrió primero la de Rosaria. Haciendo un gran despliegue de papeles, se puso las pilas y se dispuso a estudiar.
Debía estar muy atento y no perder ningún detalle, dependía de él descubrir aquellos que fueren realmente útiles para la dilucidación del caso y desechar los inservibles. Pero como hacía tiempo que no se abocaba tan de lleno a tarea semejante, no le quedaban dudas que el esfuerzo a realizar sería soberano.
Comenzó hojeando el sumario. A medida que avanzaba en la lectura y observaba las fotos, notó que se estaba embarullando con tanta información y vio colmada la capacidad de su memoria.
Era necesario, para que no se le esfumaran los datos que le parecían importantes, ir anotándolos, y fue en busca del cuaderno tamaño oficio con espiral, que había comprado especialmente para tal fin.
Ya tenía garabateadas algunas cosas sueltas como la patente del Audi, horarios de entrada y salida del Dr. a la Clínica, su vestimenta, características de sus acompañantes, datos de los vecinos; pero estaba todo muy desordenado, y así no iba a resultar.
De ahora en adelante se propuso trabajar más prolijamente. Comenzó una nueva hoja en blanco y trazó una raya vertical en el medio que la dividía en dos. A la izquierda escribió ROSARIA y a la derecha ROSA.
No se olvidó de la tercera víctima, pero como todavía no tenía los antecedentes, limitó su parangón a estas primeras dos. Luego, trataría de entretejer las coincidencias con esa tercera.-
En el margen de la hoja hizo un listado de los puntos a considerar: Nombres y apellido, edad, estado civil, ocupación -tanto la actual como anteriores-, características físicas, lugar de residencia, vecinos, situación económica y social, círculo de amistades. Llegó hasta ahí sin cerrar la lista porque presumía que irían apareciendo cosas nuevas que debería agregar, pero que en ese momento no se le ocurrían.-

Las horas fueron pasando de manera tal que Richi ni siquiera se dio cuenta que ya estaba anocheciendo.
Fue su estómago quien le advirtió que no había comido nada en todo el día, además el entusiasmo inicial se estaba convirtiendo en cansancio.
Decidió tomarse un recreo.

Eran las nueve de la noche del sábado y Richi se tiró un rato en la cama. Estaba hastiado de tanta pesquisa y crimen dando vuelta. Necesito un impasse - pensó - mientras encendía la televisión. Sintonizó el canal Venus, se le ocurrió una buena opción para distraerse.
Uno tiene la convicción errónea de suponer que todas las minas de las películas porno tienen un rostro definido, decididamente erótico, una combinación perfecta de labios carnosos entreabiertos y ojos entrecerrados, que parecen decirnos “ vení, acá estoy, dispuesta a darte el mejor sexo oral de tu vida”. Sin embargo esa noche el rostro que Richi veía era un rostro angelical, una púber virginal que resultaba paradójica con el miembro negro y gigantesco en su boca. De golpe él sintió que se endurecía, instintivamente llevó su mano a la entrepierna y comenzó a moverla con la misma cadencia de la muchacha, adentro, afuera, labios con saliva, arriba, abajo, labios finos no carnosos, adentro, afuera, los ojos bien abiertos, arriba, abajo, y la imagen de su hija viniéndole a la cabeza, tan parecida a la nena de la tele. De la misma manera repentina con que se había puesto duro, ahora su miembro no respondía, de nada servía acelerar un poco, había entrado en knock out técnico.
Sudoroso y con bronca, Richi se levantó de la cama. Su calentura no resuelta se le ocurría una urgencia imperiosa de solucionar, no podía andar haciendo deducciones ni inferir situaciones, como en el caso de los crímenes, pero sí podía hacer un seguimiento por los alrededores de la plaza.
Se vistió con lo primero que encontró y decidido abrió la puerta del departamento.
En el estacionamiento, se cruzó con la vecina del 5º y con un tipo bien vestido cuyo rostro se le ocurrió familiar.
Aunque había ido muchas veces al lugar y conocía a casi todas, dio varias vueltas buscando, sin detener el auto. Hoy necesitaba algo nuevo, tal vez sería hora de probar lo diferente. Recordó lo que “El Perro” le había dicho varias veces: “No sabés lo que te perdés. Los travas estos son buenísimos porque saben de verdad lo que nos gusta a los hombres, no como las minitas que equivocan dónde tocar.” Richi dudaba, no porque pensara que podía perder su masculinidad si alguien le metía algo por el culo, pero su instinto le decía que podía llegar a verse envuelto en una situación complicada y después deber favores, o tener que dar explicaciones si alguno de la Federal se enterase. Cómo si los capos no anduviesen dando vueltas por allí también, pero en fin, ellos son los capos. Pensó.
En la cuarta vuelta apareció Giselle. Tenía puesta una minifalda de jean muy ajustada y una remera corta con gran escote. Aún en la oscuridad era evidente el tamaño del arma que portaba, casi una 45 - pensó Richi – y se largó a reír. Una risita nerviosa como de adolescente en su primera vez.
- ¿Qué hacés?
- ¿Vos que querés?... 40 la chupada y 60 completito.
-¿Te masturbás?
- Claro…lo que vos quieras. ¿En el auto?
- No, dale, subí, vamos al Ideal.
Apenas salió de la habitación se arrepintió de su decisión apresurada. Giselle subió al auto y a Richi se le ocurrió grotesco.
Satisfecho, pero con un desaliento desconocido hasta entonces, no veía el momento de recorrer las pocas cuadras, bajar al personaje y escapar. Si bien el tipo no lo había ni tocado, se sentía sucio.
“El Perro” estaba loco, no sabía lo que decía. No le había costado mucho llegar -quizá con más rapidez que otras veces- pero ahora que su mente estaba lúcida, se odiaba, casi tanto como odiaba su curiosidad que lo llevaba a querer comprobar todo.

……………………

El pronóstico del tiempo anunciaba fuertes lluvias y tormentas para Rosario y alrededores. Todo hacía prever que no tardarían en dar alerta meteorológico para la zona.
Ya comenzaba a soplar ese viento arremolinado que hace girar y volar papeles, bolsitas, hojas, y por sobre todo mucha tierra.
Richi guardó el auto, decidió ir caminando hasta el bar La Ronda para estirar un poco las piernas y de paso darle a una picada con una cerveza. Aunque era un poco tarde, sabía que por los menos hasta las 2 lo encontraría abierto.
Cuando llegó a la Avenida Pellegrini, lo sorprendió el viento y se le llenaron los ojos de tierra, comenzó a putear.
Estaba cruzando la calle ya en medio de la tormenta cuando comenzó a sonar su celular. Corrió hasta guarecerse en la entrada de un edificio y así poder atender el teléfono.-
Era “El Perro”, su amigo. Ese fin de semana le había tocado trabajar porque el Juzgado estaba de Turno.
Hola Richi, en qué andas viejo? Tengo algo para Vos que te puede interesar. Dale, si estás al pedo venite, porque tenemos otra mina violada y el caso se parece bastante a esas otras tres que estas investigando... Hola, Richi, hola ... me escuchaste?

2 comentarios:

  1. Ali pude colgar el nuevo pero desconozco como borrar el anterior para que no confunda.
    Please, al que sepa que lo haga, besitos

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  2. Acabo de leer el "avance" de Maby y creo que habría que cambiar la salida de Richi al viernes a la noche, total no cambia en nada la estructura del capítulo. En cambio el de ella está muy acotado en fechas. Fijensennnnn, besitos

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